“Sin emociones es imposible transformar la oscuridad en luz y la apatía en movimiento. »
carl gustav jung
Nuestras discusiones de hoy se centraron en mi observación del manejo de las emociones en la terapia estratégica y la postura del terapeuta en este trabajo emocional.
De hecho, las emociones están en el centro de nuestra existencia y con frecuencia nos encontramos con pacientes que expresan sus emociones con mayor o menor facilidad y claridad. Y luego están los que consultan porque la emoción se ha convertido en un trastorno emocional, encubriendo síntomas patológicos que pueden durar desde unas pocas semanas hasta a veces algunos años. Ante estas situaciones sensibles, a veces desestabilizadoras como terapeuta, podemos sentirnos impotentes y estas situaciones suelen desembocar en rupturas de relación o incluso bloqueos terapéuticos. Y estos pueden tener importantes consecuencias tanto para el paciente como para el terapeuta. Además, incluso si la emoción puede ser parte del problema, puede ser una palanca terapéutica.
El corazón del abordaje estratégico es explorar, primero, el funcionamiento del problema identificando el "intento de solución" y luego, en segundo lugar, neutralizarlo para permitir que el paciente viva experiencias emocionales correctivas que gradualmente se convertirán en un nuevo cuerpo. punto de anclaje para el paciente. Esto lo anima a ampliar y renovar la experiencia. Nuevos referentes fuertes, le permiten evitar volver atrás y no volver a caer en un esquema o patología disfuncional.
Todo mi trabajo de observación y exploración me hizo darme cuenta de que el enfoque estratégico aborda la emoción no solo como un estado interior, sino como una asociación de varios elementos poderosos y que la integra completamente en el proceso terapéutico. Es un punto de cruce entre el trabajo cognitivo y el trabajo conductual. Actuamos de acuerdo a lo que pensamos y las emociones también están ligadas a esto.
El proceso de regulación, para el terapeuta, es trabajar en esta circularidad modificando en particular los elementos cognitivos, emocionales y conductuales, que constituyen la “solución disfuncional” del paciente. Todo esto me permite plantear este matiz en el proceso de regulación emocional: es un trabajo de regulación por la emoción y no de la emoción. En este sentido, la emoción es un mediador del cambio.
Comentamos el caso de estudio de Alexandre, de 24 años, que consulta por un trastorno fóbico que padece desde hace 6 años. Durante una estancia de vacaciones con amigos, después de una velada alcohólica, tuvo un ataque de taquicardia mientras conducía, lo que lo llevó al hospital. Pensó que iba a morir.
Se siente limitado y frustrado por no poder viajar como mejor le parezca sin experimentar ansiedad o angustia. Este marco tan restringido también impacta en su vida social. Se siente cerrado y avergonzado por lo que está pasando. Además, esta apertura geográfica también le permitiría una apertura relacional, porque sería más pleno y más feliz si lograra superar sus miedos.
Es una dificultad que experimenta consigo mismo y que trata de superar solo. Ya ha probado diferentes acompañamientos como hipnosis, EMDR y psicoterapia para ayudarle a superar su dificultad. Lo ayudó a mejorar un poco, pero no ayudó a resolver su problema para siempre. Surge un sentimiento de impotencia y decepción.
Abrumado por su miedo, evita situaciones que lo asustan y trata de controlar sus sentimientos de miedo y ansiedad. El movimiento estratégico puesto en marcha por el terapeuta fue co-construir con el paciente alternativas cognitivas y conductuales para revertir la dinámica disfuncional. En efecto, reformular el miedo con el paciente de que "un miedo que evitamos se convierte en pánico y que un miedo que enfrentamos se convierte en coraje", y paralelamente prescribir el síntoma con la tarea de la "fantasía de peor" permitida en el curso de las sesiones para liberar a Alexandre de su miedo fóbico, para afrontar las situaciones que había evitado hasta entonces e incluso para transmutar su miedo en placer.
Finalmente, discutimos extensamente el hecho de que el trabajo de regulación emocional requiere saber hacer y saber hacer por parte del terapeuta. En efecto, el saber hacer de un terapeuta no se centra únicamente en las disfunciones o patologías a tratar. Una de sus habilidades fundamentales en particular también radica en su capacidad para tener en cuenta y explotar los sentimientos emocionales, tanto los suyos como los del paciente.
La consideración del aspecto emocional de los intentos de solución se pone así al servicio de la estrategia desplegada por el interviniente. Y aunque trabajar con ellos no garantiza una solución total al problema del paciente, esta dinámica permite, sin embargo, abrir perspectivas terapéuticas y participar claramente en la mejora de la alianza terapéutica, es decir, la relación, siendo el corazón de la psicoterapia
claire tanne