Vemos todos los días que ante los casos de acoso la primera reacción de los medios de comunicación y de la opinión pública es intentar encontrar un culpable, un responsable del sufrimiento en el ámbito laboral. Esto pierde de vista la dimensión interaccional de los actos de acoso. Claude de SCORRAILLE, en su libro Cuando el trabajo duele (InterÉditions) arroja luz sobre este tema. Aquí hay un extracto del capítulo dedicado a resolver problemas de acoso.
No hay “acosador-verdugo”, ni “acosado-víctima”, sino una rígida relación complementaria en la que dos individuos se encuentran prisioneros. El proceso de acoso es un poco como un “baile interactivo” entre dos compañeros que están atrapados respectivamente en una posición alta y una posición baja, cada uno tratando de defender su punto de vista de la situación. La relación se atasca en un juego sin fin, con un perdedor y un ganador.
El proceso relacional de una situación de acoso se basa en una lógica de tipo contradictorio. El "acosador" ofrece una relación que el "acosado" acepta en un compromiso que lo debilita. En cierto modo, dice “sí” a la regla propuesta, pero en las interacciones actúa como si estuviera cuestionando su “sí”. Dice “sí” a algo y luego dice “no” a lo mismo. El primero se pone en posición alta, en un modo prescriptivo que podría traducirse como: "yo te mando", el segundo se pone en posición baja y responde: "sí, tú me mandas, me veo en la obligación de decirte sí y También me siento obligado a defenderme de lo que no me conviene”. La defensa de uno alimenta la insistencia del otro que a su vez reactiva la defensa del primero. Y ahí, el círculo se completa.
Por un efecto de rigidez y redundancia de interacciones, cada uno se congela en su estrategia, su comunicación y su actitud relacional para ganar terreno . Todos se sienten atrapados en el papel que juegan en esta relación y ya no saben cómo cambiar las reglas del juego, uno como el otro puede ser llevado a evitar al otro y cuando esto no es posible, entonces trata de controlar al otro ( insistimos, nos justificamos, entramos en detalles, etc.), hasta dar sentido a su impotencia sobre el otro. Cada uno termina quejándose del otro, etiquetándolo sin importar lo que él mismo haga.