No hablar de tu sufrimiento con tus compañeros no siempre es la elección más valiente. “Lo que los ojos no ven, al corazón no le importa” no siempre es la estrategia correcta. Si se lleva al extremo, las consecuencias a veces pueden ser muy peligrosas. En Cuando el trabajo duele, los autores nos presentan los peligros (y las soluciones) de un sufrimiento oculto y nunca revelado.
Cédric es un ejemplo de sufrimiento silencioso en el trabajo, difícil de detectar. No hay señales de advertencia graves, pero cuando se alcanza el umbral de saturación, las reacciones desproporcionadas pueden tener el efecto de una bomba. Nos confiesa: “Un día, estaba muerto de miedo: mi moral estaba baja, estaba en mi cocina pelando verduras y tenía un cuchillo en la mano. Y ahí, fue deslumbrante, en un segundo, tuve una visión: ¿y si me la meto en la mano o en el estómago? Me senti mal. Me preocupé y decidí ir a ver al departamento de recursos humanos y salir de este trabajo lo más rápido posible, para ver otra cosa, rápido, para hacer otra cosa, para encontrar otra cosa en la caja lo más rápido posible".
Entre todas las limitaciones con las que tiene que lidiar, Cédric se centra en la relación que tiene con Julia. Cuanto más esfuerzo y compromiso hace ante el comportamiento de su pareja que no le conviene, más se comporta como si todo estuviera bien; lo que refuerza a Julia en su actitud: sigue actuando como le parece. Se ven envueltos en una interacción de alta tensión, donde cada uno termina quejándose del otro. Lo asume, se queja, reflexiona sobre la falta de reconocimiento, sin decir nada; pero lo no verbal se expresa: sopla, habla muy poco con ella. Señales que Julia percibe como mala voluntad, de las que eventualmente se quejará. Los intercambios son cada vez más limitados en su relación. Desde el punto de vista de Cedric, Julia es desagradecida y detestable; desde el punto de vista de Julia, Cédric se vuelve doloroso.
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